Adios a Azrael
El rey de la casa, el más consentido ... se fué Azrael. Lo lloramos y lo extrañamos con nostalgia inosoportables, aún desde ese viernes cuando le diagnosticaron el cáncer intestinal que furioso se lo llevó el jueves siguiente.
Yo todavía espero encontrármelo acurrucado tan cómodo entre cojines y almohadas, o trepado en los rincones más altos, siempre galante, siempre altivo y digno ... se fué el rey de la casa y Juan y yo lo lloramos con el dolor más grande.
Los recuerdos son muchísimos y me agobian en eso momentos del día cuando acostumbraba a hacer sus apariciones para que nosotros, pobres mortales, admiraramos su arrogancia de gato gigante, siempre elegante y bien puesto (nunca sabremos cómo hacía para andar siempre perfumado); soberbio hasta el último minuto cuando prefirió esconderse para que no vieramos su agonía, y luego cuando reclamó su último suspiro en las brazos de Juan donde murió tranquilo.
Lo lloro y lo lloraré cada vez que vea el dinosaurio de lana abandonado en la sala o la cobija de cuadros, donde se echaba unas siestas de envidiar.
Pobrecito Elías tan acostumbrado a sus rabietas de viejito chocho. Pobre Juan sin el guardia vigilante, compañero inseparable, familiar del alma, leal amigo y queridísimo hijo. Pobre de mí que no pude despedirme. Sin embargo lo encomendé para que lo acojan allá donde esté, lo contemplen y consientan hasta que alguno de nosotros llegue para acompañarlo y perdonarlo por irse tan pronto, dejándonos sin su reinado de animal orgulloso.
